Y luego, ya si eso, me cuenta qué le pasa. O no; seguramente ni se lo pregunte.
A día de hoy, en multitud de centros médicos, clínicas, policlínicas, e incluso en hospitales, éste sigue siendo el primer recibimiento que se hace al paciente. Con documentos escritos de puño y letra, y firma manuscrita.
Lo primero que esto genera es una sensación de completa frustración al paciente, que sólo quiere que le atiendan para resolverle su problema, mientras ve que está perdiendo el tiempo con papeles que ve innecesarios a todas luces. De inicio, la imagen que percibe ya es de ineficiencia. Y, por si fuera poco, ya entrará a ver a su médico con un humor muy diferente al inicial.
Por otro lado, la persona del mostrador también pierde su tiempo, porque ha de estar atenta a que el paciente sepa rellenar cada dato. Además, está el gasto en papel y tinta, no menor en muchos casos. Pero es que además hay que almacenar esos papeles, asegurarse de que no se extravíen, y dedicarles un espacio nada desdeñable en un Archivo. Y no olvidemos ir a buscar esos papeles cuando sean necesarios.
Ahora imagina un enfoque muy diferente: El paciente facilita de palabra sus datos básicos. Le damos a un botón, y tenemos esos documentos generados al instante, con todo ya relleno digitalmente, y el paciente únicamente tiene que firmar en una tablet apropiada, de forma digital. Sin pérdidas de tiempo, ni de dinero, ni de almacenamiento, ni de absolutamente nada.
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